26 de febrero de 2012

Me gusta más decir ''Improbable''.

La RAE define la palabra ''imposible'' como algo que no tiene facultad ni medios para llegar a ser o suceder, y define ''improbable'' como algo inverosímil, que no se funda en una razón prudente. Puestos a escoger, a mi me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo, supongo. La improbabilidad duele menos y deja un respiro a la esperanza, a la épica.
Que David ganara a Goliat era improbable, pero sucedió. Un afroamericano habitando la Casa Blanca era improbable, pero sucedió. Nadal desbancando del número uno a Féderer, una periodista convertida en princesa, el amor, las relaciones, los sentimientos no se funden en una razón prudente. Por eso no me gusta hablar de amores imposibles, sino de amores improbables. Porque lo improbable es, por definición, probable. Creo que es casi seguro que no pase es que puede pasar. Mientras haya una posibilidad. Media posibilidad entre mil millones de que pase vale la pena intentarlo.

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